28 ene 2010

DECLARACION DE PRINCIPIOS

I. ANTECEDENTES

El escritor peruano, vista la escena contemporánea, siempre ha mostrado una tendencia a organizarse, es decir, a construir espacios específicos que le propicien mejores condiciones para el desarrollo de su actividad creadora. Ello ha sucedido desde los albores del siglo pasado, bajo la influencia predominante del anarquismo y luego del socialismo, hasta la actualidad, en que se torna cada vez más evidente la inexistencia de un Estado que promueva la realización plena de las necesidades humanas, en particular la actividad lite raria en todos sus ámbitos.

Desde las primeras décadas del siglo XX la inquietud del escritor por agruparse, se manifestó en la emergencia y profusión de talleres, bibliotecas, círculos, núcleos y publicaciones, ligados en buena medida a la fecunda actividad gremial de los trabajadores aunque fundamentalmente con un signo de difusión masiva de la creación literaria, así como de labor pedagógica entre los mismos. Infinidad de publicaciones políticas, culturales y literarias de vanguardia, ilustran lo dicho.

Tal situación, si bien es cierto fue más notoria en la capital, se reprodujo en las principales ciudades del país. A partir de la década del 30, dicho proceso se frena, pero no el permanente esfuerzo de los escritores por encontrar nuevos y mejores espacios de difusión de su obra creativa, principalmente publicaciones, que en algunos casos pugnaron por reencontrarse con el curso que seguía el pueblo y su experiencia de organización y lucha.

A título de ejemplo, mencionamos la actividad de los escritores adherentes al surrealismo en torno a la revista Uso de la palabra, más adelante, la revista Literatura,en cuanto a publicaciones, además de la fecunda labor de agitación cultural de Los poetas del pueblo, y la emergencia del Grupo Intelectual Primero de Mayo, entre fines de la década del 30 y toda la década del 50.

En la década del 60 esta tendencia se acentuó. El trabajador de la cultura, así, apareció vinculado frecuentemente a la actividad política y al compro miso ideológico, en una demostración palpable de que la sensibilidad artística no era contrapuesta sino más bien complementaria con la sensibilidad social y la acción política por transformar las injustas estructuras sociales. En esta etapa tiene lugar el despegue en desarrollo e influencia de la entidad asociativa históricamente más importante de los escritores y artistas: la ANEA.

Llegada la década del 70, se multiplican los espacios colectivos del tra bajo cultural y particularmente surgen los organismos que agrupan a los tra bajadores de la cultura con perspectivas que rebasan la mera difusión, lo que si bien tiene en las universidades su escenario de irrupción natural, rápidamente se expande a los sectores populares. Ejemplos de ello son la FENATEPO (Federación Nacional de Teatro Popular), el FTI, (Frente de Trabajadores de la Literatura y más adelante el MOTIN (Movimiento de Teatro Independien te), entre muchos otros.

Así, el trabajador de la cultura, desde la especificidad de su labor, se postulaba como sujeto social articulado a un movimiento político y parte de un destacamento de la movilización popular, en cuya plataforma si bien no introducía banderas peculiares que le correspondieran, sí encontraba identi dad de intereses y voluntad de acción conjunta: recitales populares, teatro de creación colectiva, música popular, se realizan entonces en escenarios naturales del pueblo: sindicatos, comunidades, barrios populares, y no es extraño que escritores y artistas formen parte de las tareas y acciones propias del pueblo.

Esta tendencia nuevamente entra, a partir de los 80, en una etapa de franca desarticulación, aunque subsisten, sin embargo, pero como expresio nes marginales, esfuerzos de acción cultural, artística y literaria contrapuestos y empeñados en mantener el horizonte de integración del trabajador de la cultura a un proyecto histórico de liberación.

El predominio del neoliberalismo en los 90 no hace sino acentuar dicha situación, para erigir la concepción individualista, con sus obvias repercusio nes en la creación artística y literaria y el conjunto del trabajo cultural. Los proyectos culturales de signo colectivo vinculados al engranaje social se de bilitan, la ANEA se desacredita como institución hasta prácticamente extin guirse, se persigue y hostiga a los creadores que se rebelan contra las injusti cias sociales, se utilizan los espacios culturales para el arribismo social, se desboca el pragmatismo y el oportunismo con su inevitable saldo de descomposición moral, pero también, como factores de resistencia, se mantienen y multiplican progresivamente los espacios culturales de signo democrático y crítico frente al estado de cosas.

II.- EL ESCRITOR Y SU TIEMPO

En la base de la realidad señalada se halla la existencia de un Estado no sólo ajeno sino hostil a toda posibilidad de desarrollo cultural y por supuesto, al despliegue de la capacidad creadora de los escritores y artistas, sobre todo de quienes se identifican con los intereses populares.

El Estado está lejos de propiciar condiciones de vida digna para los tra bajadores de la literatura, de defender y preservar la riqueza de la herencia cultural que el país posee, de promover la equidad en el acceso de los escritores a los medios culturales estatales, de difundir la creación de miles de escritores que reclaman espacios de difusión y publicación de sus creaciones.

El Perú nunca tuvo una política cultural estatal que buscase elevar la formación espiritual de nuestro pueblo. Sólo conocemos organigramas burocráticos intencionalmente diseñados para ser impotentes ante las necesidades reales de la población y de los escritores, artistas y factores de la cultura viva en general. 1

Consideramos que nuestro oficio es consustancial a la vida cultural na cional, pero que tras una larga historia de marginación por parte del Estado, su situación sigue siendo deplorable en cuanto a promoción y defensa de va lores y condiciones materiales de realización. Literatura y escritores en el Perú seguimos siendo excluidos por este Estado que impide la democratiza ción, la forja de una literatura representativa de la realidad peruana y el desa rrollo de las potencialidades literarias y artísticas de los más amplios secto res.

Tal situación nos impone defender la dignidad y la independencia del trabajo cultural, que en nuestro quehacer significa establecer una relación horizontal y solidaria con los escritores, en busca siempre de la profundidad humana y ajena al sentido de acumulación material y desprecio hacia los creadores que caracteriza a los mercaderes de siempre, y significa también una relación igualmente horizontal y solidaria con todos los grupos, círculos, ta lleres y publicaciones literarias.

Significa exigir y exigirnos la mayor calidad formal en el trabajo litera rio y editorial, así como procurar condiciones óptimas para la realización del trabajo cultural y literario, y niveles de vida plenamente humanos para los trabadores de la literatura. Significa además abrazo fraternal y solidario con los escritores e intelectuales privados de la libertad o extrañados del país en razón de sus ideas o convicciones políticas.

Significa promover y construir, a partir de un accionar amplio que impulse y respete todas las voces así como todas las representaciones culturales de las identidades de comunidades, asociaciones, grupos literarios e individuos, un nuevo sentido del desarrollo literario y cultural en nuestro país. Significa también trabajar para que la literatura exprese nuestra multiculturalidad y que sea un motor fundamental del desarrollo cultural por el que luchamos.

Todo ello rebasa cualquier voluntad o esfuerzo individual y nos impone el despliegue de esfuerzos e iniciativa en la construcción del Gremio de Escritores del Perú, como ente orgánico capaz de jugar un rol protagónico en el acontecer social, cultural y político del país.

III. NATURALEZA DEL GREMIO.

Precisamos una entidad autónoma e independiente, que responda únicamente a los intereses de sus afiliados, que no tenga relación de dependencia o sujeción a ningún interés o institución privada o pública.

Precisamos una entidad democrática que articule orgánicamente a todos los escritores peruanos que se identifican con nuestros principios y están dispuestos a luchar por nuestros objetivos. Una entidad sostenida en la labor del conjunto de sus afiliados organizados en sus comités regionales, provinciales, y otras instancias orgánicas. Una organización de este tipo sólo puede construirse de manera democrática y no burocrática, y por tanto ser capaz de movilizarse protagónicamente y como sujeto social colectivo en el ejercicio y conquista de sus derechos. Por tanto, nuestro Gremio debe ser una entidad que se nutra de la imaginación, creatividad y permanente aporte de sus afiliados.

Precisamos una entidad unitaria, que ponga en primer lugar nuestros intereses comunes antes que nuestras diferencias, que promueva en su seno el respecto por todas las formas y tendencias en la creación literaria, que propicie en su interior la elevación de la calidad en la creación de sus afiliados, que desarrolle una conducta limpia y transparente en todos los terrenos de su ac cionar cultural, social y político.

Precisamos una entidad de profunda entraña solidaria, que esté dispues ta a jugarse en defensa y respaldo de sus afiliados en cualquier circunstancia adversa, que entable relación fraterna con todas las entidades culturales del país y del extranjero y que esté dispuesta a extender su mano solidaria ante la agresión que sufren los escritores de todas las latitudes. Y por ello, una entidad que se constituya en parte del movimiento organizado de los trabajadores peruanos.

Precisamos una entidad vigilante, que se pronuncie de manera perma nente ante los diversos acontecimientos que atañen a la actividad de sus afiliados, en todos los ámbitos, y que desarrolle permanente crítica de todos los factores orgánicos e institucionales que impiden la realización humana a ple nitud.

Una entidad de este tipo debe estar constituida por todos los trabajadores de la literatura en el país, que sean conscientes del rol fundamental que les toca jugar como portadores de la conciencia y lucidez del pueblo así como impulsores de la sensibilidad artística y literaria en los amplios sectores de la población.



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